domingo, 6 de octubre de 2013

La bengala perdida. Pablo J Sciutti




El futbol no aprende , no evoluciona .En 30 años una persona  nace , se educa, aprende idiomas, se recibe en una Universidad, trabaja en su profesion , se casa , tiene hijos .EVOLUCIONA. Excepto estos inadaptados.

El título de este post no hace referencia a la canción titulada de esa forma por Luis Alberto Spinetta, pero sí al hecho que la inspiró: la muerte de un hincha de Racing en el estadio de Boca Juniors, ocurrida hace casi tres décadas.
casa amarilla
Desde esa bandeja media que se ve repleta, aquella noche de agosto del ´83 partió un verdadero misil…
La fría noche del 3 de agosto de 1983 se enfrentaban en Brandsen 805 el “Xeneize” y la “Academia”. Era un mal año para ambos, que duda cabe. Luego del título del Metro ´81, el CABJ había comenzado un lento declive deportivo e institucional que tocaría fondo en aquel inolvidable 1984 de cancha clausurada, 1-9 en Cataluña, quiebra cercana y camisetas con fibrón (?). Sin embargo, mucho peor sería la historia para los de Avellaneda, ya que en diciembre de ese mismo año el descenso golpearía a sus puertas, independientemente de los problemas económicos que arrastraba y seguiría arrastrando por décadas.
Pero volvamos a esa noche invernal. El partido correspondía a la 12º jornada del Metropolitano que pelearían hasta el final Independiente, San Lorenzo y Ferro. El local había perdido setenta y dos horas antes en Córdoba contra Talleres, mientras que el visitante (de mal arranque, aunque en ese momento su gente ni se imaginaba como terminaría el año) venía de ganarle a Platense por 3 a 2, haciendo de local en cancha del “Rojo”. Cabe destacar que a pesar de ser un día martes, mucha gente se había dado cita en la “Bombonera” para ver uno de los grandes clásicos argentos.
Durante el transcurso del encuentro de reserva, hubo un par de bengalas marinas que -partiendo desde la cabecera local y luego de provocar un sonoro estampido- surcaron el aire. Al principio nadie le daba demasiada atención al tema, pero a medida que se encendían y lanzaban más bengalas, el terror se iba apoderando de los ocupantes del sector opuesto a la tribuna desde la cual partían esos veloces (y letales) proyectiles. Apenas pasadas las 20:30, los equipos salieron al campo de juego y una de ellas luego de un zigzagueante recorrido se clavó en el césped, bastante cerca de la posición de Abel Alves -jugador local y casualmente hoy director técnico- y de Luis Pintos, médico racinguista.
Pocos minutos después, el juez Teodoro Nitti estaba presto a comenzar el partido. De repente, otro estampido, otro fogonazo y una nueva bengala -la séptima según relatos de testigos- atravesó el cielo como un tirabuzón en cuestión de segundos, recorrió poco más de cien metros pero no logró superar la altura de la estructura ubicada sobre la calle Brandsen. De hecho, se clavó en el cuello de un sorprendido Roberto Basile, quien ocupaba un lugar en la bandeja media y no pudo atinar a nada, muriendo en forma casi instantánea.
Basile era un pibe de apenas 25 años de edad, que -después de una larga abstinencia- había decidido volver a ver al club de sus amores en una cancha. Esa tarde, luego de salir de su trabajo fue hasta La Boca en compañía de su novia y sus planes incluían juntarse a cenar con su familia en una cantina del barrio. Fueron momentos llenos de confusión los que siguieron al impacto de la bengala en la carótida del infortunado joven: la hinchada de la “Academia”, sin salir del asombro gritaba “Asesinos, asesinos”, mientras algunos espectadores se iban llorando del estadio; más allá del esfuerzo de los médicos (que tardaron bastante en llegar gracias a la incomodidad y oscuridad de los accesos) nada se podía hacer para salvar esa vida.
La bengala en cuestión partió desde la popular local que da a la Casa Amarilla. Para ser más exactos, desde la bandeja del medio, esa que alberga habitualmente al núcleo duro de la barra brava llamado “La 12”. Atrás habían quedado los tiempos de liderazgo de “Quique el carnicero” y el nuevo capo del lugar era desde hacía algunos años el famoso José Barrita (a) “El Abuelo”, alguien que comandaría al temido grupo casi hasta mediados de la década del ´90.
riachuelo
… y a la misma altura, pero en la tribuna que da espaldas al Riachuelo, el misil terminó su fatal recorrido
Ah, a pesar de lo narrado previamente hubo un partido, ya que ante los pedidos de suspensión efectuados por la dirigencia visitante, sus pares locales se negaron a ello argumentando que “era muy peligroso anunciarle a la multitud que el partido se suspendería”. Show must go on (?). Fue empate al cabo de los noventa minutos, un 2 a 2 que no le sirvió demasiado a ninguno. Más allá del lamentable incidente, si por algo se recuerda este cotejo desde el plano deportivo es por el gol que Diego Ariel Castelló -zaguero racinguista- le metió al “Loco” Gatti desde la mitad de la cancha, en lo que fue un rechazo más que la deliberada búsqueda de shotear al arco y que le daba el 2-1 parcial a los del sur del conurbano, hasta que un joven Ricardo Alberto Gareca igualó a falta de un cuarto de hora para el pitazo final.
Boca terminaría el torneo ubicado en un discreto séptimo puesto, mientras que Racing -a pesar de terminar antepenúltimo entre 19 equipos- se iría a la Primera “B”, debido a que se tomaban en cuenta los puntos de ese año pero también los conseguidos durante 1982. Pero eso poco importa, cuando uno trata de hacerse una idea de lo que vivieron quienes estaban en esa tribuna visitante. Gente que estaba ubicada muy cerca de la víctima narró en su momento -con una mezcla de sorpresa, horror e indignación- que de la boca y la nariz de Basile salían humo y fuego, invadiendo pronto el aire un terrible olor a carne quemada, mientras un ocasional compañero de tribuna intentaba desesperadamente apagar con su saco el chamuscado cuerpo.
¿Responsables? ¿Culpables? No señores, esto es Argentina. A mediados del año siguiente y luego de estar detenidos menos de diez meses, fueron sobreseídos tres de los integrantes de la barra del CABJ que habían sido acusados bajo la figura de “homicidio culposo”. La muerte de Roberto Alejandro Basile -alguien que lo único que hizo fue estar en el momento equivocado y en el lugar menos indicado- quedó impune, como pasó con tantas otras acaecidas antes y después de ese 3 de agosto de 1983 en los estadios de nuestro país.

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